Planteles

lunes, 18 de enero de 2010

Homenaje a Pablo Parra, el máximo goleador y para muchos el mejor jugador de la historia de Cipo





El último ilusionista

El fútbol es siempre más lindo y gozoso en el terreno de lo nostálgico, algo que suena extraño por ser un deporte apretado por la instantaneidad y los deseos de urgente éxito. Estas líneas tienen que ver justamente con el recuerdo, el regreso de imágenes imborrables, de sensaciones únicas. Con rememorar a un jugador indeleble para muchas memorias, y castigado por otras; el último ilusionista que disfrutaron los hinchas de la región: tienen que ver con Pablo Parra.

“No nací para ser futbolista”, dijo durante la última entrevista a fondo que tuvo con este diario, hace algo más de cuatro años. Lo hizo para explicar sus tropiezos futbolísticos a pesar de ser poseedor de un talento inasequible y deslumbrante. Volver a ver al “Chala” en acción hace unos días, aunque haya sido en una especie de soltero contra casados y con algunos kilos de más, fue una mezcla de sensaciones, como hallar un enorme vaso de agua en medio del desierto, pero después de algunos minutos entender que sólo se trata de un engaño, una triste ilusión óptica.

Festejando su gol de media cancha contra Alvarado, el primero
que se ve en el video homenaje.
Parra es la muestra viviente de que el talento no sólo es un pequeño porcentaje en el empinado camino para ser alguien en el fútbol profesional; muchas veces es un arma de doble filo. Por estas tierras, en épocas contemporáneas, nadie fue tan majestuoso a la hora de tener un balón abajo de la suela y ningún jugador consiguió, por sí solo, llenar estadios, como lo hizo el maravilloso número "7" albinegro con la Visera de Cemento. 

¿Es injusto que un tipo iluminado por la gracia del "Dios del fútbol" diga y actúe como si ese deporte, como si esa tarea para la que fue llamado a ser grande, no le importase más allá del placer momentáneo, cuando hay muchachos con un cuarto del don que venderían su alma con tal de tener la pegada de Parra, su panorama, su freno indescifrable, la gambeta exquisita y provocadora?

Con su amigo Matías Almeyda en la reserva de
Ríver, donde fue goleador.
A principios de los '90 llegó a River, fue goleador de la reserva e incluso estuvo en el banco de primera antes que Ariel Ortega y Marcelo Gallardo. Es más, varios años después tuve la oportunidad de hablar con Matías Almeyda, que estaba en Italia transitando sus últimos momentos en el fútbol, y el "Pelado" se quedó petrificado cuando le comenté que ese Parra con el que había forjado una amistad "millonaria" había dejado el fútbol y era empleado municipal en Cipolletti.

Nadie entenderá jamás por qué un tipo como Parra no llegó a ser grande. Su ocaso nada tiene que ver con el de otros cracks, obnubilados por los placeres de la noche y más tarde prisioneros de ellos. Quizá el enigma se devele un poco en aquella respuesta simple, que hasta suena irónica. Quizá sea la respuesta más sincera que haya dado, al menos en relación con el mundo del balón. "No nací para ser futbolista" es una especie de declaración de principios, la básica idea de que el fútbol para él deja de ser juego, deja de divertir cuando se transforma en un trabajo.

Parra, como tantos otros, no quiso ser un laburante de la redonda. Prefirió el deleite a la alienación, o algo por el estilo. Increíblemente no tuvo un buen final en el fútbol "profesional" aunque muchos, como es mi caso, lo recordemos con enorme cariño. Y lo disfrutemos de tanto en tanto.
Videos: Cipo Pasión.
Texto: Sebastián Busader.