Hay veces que la vida se combina de tal manera que nos hace vivir momentos únicos, épicos, inigualables… en más de una oportunidad nos miramos con mi señora y a uno de los dos se nos escapó: “mirá dónde estamos”, era de alguna manera, una forma de decirnos: “lo logramos”; era difícil, complejo, lejano pero “lo logramos”.
La primera vez que sentí esa sensación no era parte involucrada. Fue en la esquina de la plaza San Martín, en Roca y España para ser más preciso. El abrazo se lo daban Mingo Perilli, por entonces técnico del equipo y “El Tigre”, legendario jefe de una de las barras de Cipo, por entonces proscripto por un iluminado dirigente que aplicaba el derecho de admisión. No creo que sea necesario aclarar pero es el mismo apellido que casi obligó a poner el césped sintético, pero esa es otra historia. Ese abrazo coronaba el fin de la pesadilla llamada Argentino “B” que Cipo disimuló con goles y momentos de buen futbol.