Planteles

martes, 4 de julio de 2017

Coco

  • Por Lalo Brodi, especial para cipopasion.com.
Cuando un jugador se pone la pelota entre el brazo y sus costillas y comienza el corto, interminable y solitario recorrido entre la mitad de la cancha y ese imperceptible punto que desde donde partió casi ni se divisa, pasa una vida por su cabeza. Esa decisión valiente, que se potencia cuando además en esto se define mucho de lo hecho durante la temporada, me despierta absoluto respeto, más allá de la resolución final de la movida.

El mundo del fútbol y en particular el de Cipo tiene una larga historia sobre su espalda en esto de los penales, siempre con resultados dispares, pero que fueron marcando su rica historia.

Fue una dudosa decisión arbitral de una fría mañana de junio, mientras a muchos kilómetros se disputaba el glorioso Mundial 86, que el albiné vio renacer esperanzas, que luego se confirmarían cuando en el minuto final del encuentro ante Independiente lo puso nuevamente en carrera. Todo parecía indicar que el cupo patagónico para el flamante Nacional B se quedaría en la vecina provincia, pero esa decisión, y una goleada en Roca, cambió la historia.

Una calurosa tarde de febrero de 1979, y a poco del final, Carlos Ortíz se puso al hombro a Cipo para darle, siempre de penal, el empate ante Huracán de Comodoro que pareció poco menos que una derrota. Sin embargo una semana más tarde en la ciudad petrolera y ante un clima que hoy nadie podría imaginar, Rubén Bucarey signó el pasaje a la final en una batalla épica. Luego Cipo llegaría al tan ansiado nacional.

Para no hacerlo muy largo porque ejemplos sobran, quiero señalar que todavía recuerdo azorado aquel minuto final de Paraná y ese silbato que aún resuena en mis oídos como si fuese el final del encuentro cuando en realidad se trataba del penal que Rubén González cobró para Patronato. Quien pensaría que aquella noche nuestro infalible Cristian Martínez no podría hacer ninguno de los dos penales que ejecutó. Ruíz atajó dos remates lo que para cualquier definición sería determinante, pero esa noche ganó el legendario Bértoli, Patronato y el entorno.
 
¿Acaso no le debemos gratitud eterna a Omar Perales, aquel que nos diera el ansiado torneo Nacional, punto de partida de la etapa más brillante de la rica historia del Capataz, en la gloriosa tarde de agosto del 73 ante All Boys de La Pampa?
 
¿Y qué piensan? ¿Qué a ninguno de ellos les pesó la camiseta antes de tomar la decisión? Haber errado cualquiera de estos penales, bien podrían haber cambiado la historia. Y bien que pudo haber sucedido. Después, la forma en que se elija llegar al objetivo es una decisión personal, privativo de quien piensa, cree y entiende que elegirá el camino adecuado para llegar al resultado buscado.
 
Seamos por un momento contrafácticos. Si Gaitán la clavaba picándola estaríamos diciendo ¡qué par de huevos tiene el pibe! Un penal así desmoraliza al equipo rival, y una serie de opiniones por el estilo.
 

La ciudad habla.

Dicho esto, banco a Gaitán sin conocerlo y por varios motivos. Porque, como señalé al principio, respeto absolutamente a quien decide levantar su mano cuando llega el momento de la pregunta ¿quién patea? Lo banco porque nadie hace las cosas para que le salgan mal, tanto como lo hicieron sus compañeros que eligieron la forma “ortodoxa” de definir en los tiros desde el punto del penal, como tampoco pudieron llegar al objetivo en el tiempo de juego, con varias oportunidades generadas por manifiesta superioridad en el desarrollo del partido. Por lo tanto, lo banco porque esa ejecución también fue parte de toda la historia de Cipolletti en esta temporada, con sus aciertos y errores.
 
Desde el principio muchos pensamos que estábamos ante la presencia de una campaña que sería tan opaca como las anteriores, fui clara y públicamente uno de ellos, (una visión y conocimiento absoluto del fútbol, ja ja). Pero lo cierto es que se repusieron desde lo futbolístico y anímico para llegar a estas instancias. Y ya en la semi, bien pudieron haber liquidado el pleito para no tener que definirlo de esa manera. Pero no fue. Y no fue justamente por aciertos y errores, probablemente de la misma magnitud que la de Gaitán.
 
Creer que Cipo no llegó a la final por el Coco, es lo mismo que pensar que Argentina no colonizó la luna porque a quien tenía que construir la nave le pasó tarde el micro. Una locura.
 
Para terminar quiero manifestar algo respecto de la campaña, porque de lo contrario no me permitiría ser yo.  En general fue buena y sería bueno también que se pueda quedar una buena parte del plantel. Pero de ninguna manera abono la idea “que se queden todos”. Y por último no me conformo con lo hecho. Estoy cansado, y creamé que esto es absolutamente cierto, de regresos con la cabeza pegada contra el vidrio del micro mirando la nada, y estoy cansado de decirle a mis amigos, este es el camino, que vamos bien, que ya está cerca. Pero ese mañana nunca llega.

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