Planteles

domingo, 16 de agosto de 2020

Grande Quiti

  • Por Lalo Brodi.

Para saber hacia dónde vamos es necesario conocer de dónde venimos. Dicho harto conocido de sobra pero que no está demás refrescar cuando pretendemos traer a la memoria acciones de personas. Por eso, para entender la grandeza del club Cipolletti es fundamental saber quiénes fueron aquellos que lo hicieron crecer y desarrollarse para llegar a los niveles más altos de la consideración deportiva nacional. Porque a partir de la década del 70 Cipolletti dejó de ser un lugar remoto en la Patagonia relacionado con un sello productor de las mejores manzanas para ser asociado a la palabra fútbol.

Para que eso ocurra, un grupo de dirigentes que en principio encabezó Enrique Grisanti, se encargó de darle forma a lo que llamamos la “era del profesionalismo”. Si bien este dirigente fue el encargado de dar el puntapié inicial a esta historia, ninguna duda cabe que fue Néstor Quiti García quien le dio el impulso y desarrollo que colocó al albinegro en los primeros planos del fútbol chacarero nacional.

Inquieto por la problemática política y social de la ciudad, fue concejal durante el Cipollettazo y un protagonista importante. Se arriesgó a seciar el creador de una empresa de gaseosas con marca propia cuando una multinacional le cerró los caminos, aunque este emprendimiento haya fenecido hace poco y de la peor manera con las heridas que esto deja. Sin dudas que estas acciones generaron aplausos y detractores dentro de una sociedad con intereses y vivencias distintas.

El apodo Quiti le llegó irónicamente por chiquitín. Es que siempre fue de físico exuberante que mostró capacidad para el básquetbol cuando brillo en la década del 60 en el club y en los seleccionados provinciales. Cuando jugó a algún deporte o intentó hacerlo siempre tuvo como condición íntima que fuese defendiendo los colores del club de sus amores. Hijo de comerciantes afincados en la ciudad, su identificación con la institución donde comenzó, creció, estableció vínculos y acompañó hasta sus últimos momentos de modo incondicional.

Por eso, nadie pondrá en dudas fue su proclamado y demostrado amor por el club Cipolletti. Fue el presidente que más años ejerció el cargo y quien estuvo al frente de los mayores logros futbolísticos de la institución. Dueño de una inteligencia notable y una intuitiva velocidad de resolución admirable que superaba exponencialmente su escasa formación. Supo establecer vínculos políticos que probablemente hayan puesto al club algunos escalones más arriba de los que realmente merecía cuando las cosas no venían del todo bien. Aprovechando estos dones también fue hábil negociador cuando figuras del fútbol nacional llegaban para acordar sus contratos con el club.

Torneos nacionales, visitas de la Selección Nacional, de los mejores equipos y seleccionados del mundo y una amistad de tuteo con el polémico presidente de la AFA, Julio Grondona, sobran como argumentos como para decir, sin ninguna duda, que Quiti fue, por lejos, el mejor presidente que haya tenido la institución.

Quiero elevar mi humilde homenaje porque con facilidad hemos olvidado, a mi juicio injustamente, a varios, entre ellos al Negro Omar Rossi, ladero y sostén de Quiti. Lo hago pensando en los más jóvenes, aquellos que quieren saber todo y tienen derecho a hacerlo. Cuando pregunten de dónde viene la historia grande del club Cipolletti, estaría muy de acuerdo con quien responda que Quiti fue uno de sus fundamentales impulsores y desarrolladores, sino el principal.

Y dejo una idea. El nombre de La Visera es histórico, pero si se llamase Néstor García no perdería para nada su brillo. Lo escribo pensando en algunos advenedizos que pretendieron que su nombre quede grabado en el bronce de la institución y decidieron unilateralmente ponerle piso sintético.


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