El fracaso y sus dilemas - Notas de Archivo de Cipo Pasión - Club Cipolletti

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lunes, 18 de abril de 2016

El fracaso y sus dilemas

  • Por Sebastián Busader para Cipolletti TV.

“Será un fracaso”. Marcos Lamolla había terminado de jugar un partido de esos que son inolvidables por el rendimiento individual. En La Chacra y ante un Independiente que estuvo dos goles arriba en el marcador, Cipolletti conseguía un punto que lo mantenía con vida. El capitán, con palabras duras en una fría tarde otoñal, no dejaba dudas acerca de lo que significaba una posible eliminación albinegra en primera ronda del Federal A. Claro, seguramente por su mente también rondaba la rápida despedida de la Copa Argentina frente a un Sansinena que desde el Federal B jugará ante Newell’s.

“Fracaso” es una palabra tabú para el fútbol vernáculo. Primero porque los análisis son siempre propios y subjetivos (como el que leen ahora) pero, además, porque en el deporte las variables nunca dejan de surgir. Ni que hablar de los imprevistos.

Para Lamolla, emblema del equipo, será un fracaso que Cipolletti no pase de ronda en una zona donde clasifican dos equipos y son cinco los que la habitan, sin olvidar que en la previa eran favoritos Deportivo Madryn y el conjunto de Henry Homann.

Las estadísticas laceran: Cipolletti cosecha apenas 11 puntos en 9 partidos jugados, sólo ganó dos cotejos (a Villa Mitre de local, el peor del grupo; y a Independiente, también en casa), convirtió sólo 10 goles, no venció afuera de casa y quedó al borde del nocaut cuando aún le restan por jugar tres partidos. Un dato que no deja de ser llamativo: las únicas dos caídas fueron en Madryn. A eso hay que agregarle que de los partidos “calientes”, apenas logró las tres unidades en La Visera y ante un Independiente que parece se dará el gran gusto de tomarse revancha del torneo pasado, cuando quedó afuera, en su cancha y ante el Cipolletti de Ricardo Pancaldo.

Los números no mienten, pero a veces deforman. En ciertas situaciones hacen brillar un trabajo que no fue tan brillante; en otras, opacan campañas que debieron tener mejor suerte. Es cierto, el albinegro aún tiene remotas chances de clasificación, pero suena a utopía que lo haga entre los dos primeros de la zona, y a esta altura es el peor tercero de los siete grupos (clasifican los dos mejores).

Volviendo a la génesis del problema, el nacimiento de este torneo para Cipolletti comenzó con una ruptura: la salida de un Pancaldo que había jurado quedarse. Se fueron jugadores que eran importantes (Perales, Negri, Torresi, Sosa, Zbrun) y algunos que pasaron haciendo poco ruido (Capurro, Ortiz, Abraham) y asumió un Homann que meses antes era cuestionado por la dirigencia.

¿Hubo un buen armado del plantel? Los dirigentes intentaron “abrochar” rápido la continuidad de indiscutidos como Caprio, Lamolla y Marcos Carrasco, y se sumergieron en el mercado. Carucha dejó el fútbol de manera intempestiva y el equipo se reforzó bien para atrás (Valente, Seguel, más Pinto y Lamolla que venían de lesiones). Por eso, a esta altura no caben dudas que el déficit de Cipolletti estuvo en el arco de enfrente, ya que es el equipo que menos goles recibió en la zona 1 (9, contra 15 de Madryn, 14 del Rojo, 16 de Roca y 17 de Villa Mitre).

La llegada de Taborda fue bien vista por muchos –incluso por quien escribe-, pero el Mono se mostró siempre fuera de estado, carente de olfato goleador y, para colmo, fue el jugador que vio más veces la roja en la breve temporada. Así y todo, fue el único delantero presente en el marcador en 11 partidos (contando los de Copa Argentina). Gritó dos veces y lo expulsaron en tres oportunidades. Germán Weiner ilusionó en la pretemporada, pero una lesión le hizo perder la titularidad y la recuperó hace dos partidos, aunque en un flojo nivel.

Hay dos realidades en Cipolletti: la de los resultados y la de los trámites. Sólo dos veces fue superado en juego (contra Madryn) y, en general, en todos los partidos fue protagonista excluyente. Ese es uno de los argumentos que defiende el trabajo del cuerpo técnico: que después de mucho tiempo se comulgó con la idea de jugar un fútbol colectivo y por momentos vistoso, un fútbol que disfrutaron los hinchas y que no se reflejó nunca en la tabla de posiciones. Pero sí en las tribunas de La Visera.

El otro argumento a favor para el DT es su defensa de los jugadores de la cantera. Durante estos 11 partidos hizo dueño del medio a Mellado, le dio rodaje a Strak, Villacorta, Ávila, Del Prete y Opazo, y también la oportunidad a muchos “pibes” de ser citados y vivir la experiencia federal. Es más, hay un dato que habla a las claras de esa decisión: tuvo chances de incorporar a Teijo y Berra, el alma del Independiente de Gustavo Coronel. “Si traigo a uno de ellos, tengo que relegar al Rusito otra vez”, dicen que les hizo saber a los dirigentes.

Está claro que para Homann y sus laderos la palabra “fracaso” tiene quizá más que ver con un efecto mediático. Están desilusionados, sienten una profunda desazón y nunca pudieron encontrarle la vuelta al karma del gol propio. Les pasó cosas que no esperaban: las fallas de Caprio en Copa Argentina, la salida de Carrasco, la anemia de gol. Igual, el técnico no despotrica por la actitud del plantel. No cree que sus jugadores se hayan guardado algo. Sabe que quizá no cumplan con el objetivo de mínima, pero también que hay mucho de desazón histórica en la piel del hincha albinegro.

El grueso de los hinchas no dudará y será lapidario si el pase de ronda se esfuma. Quedar afuera de las dos competencias en mayo y desperdiciar otra chance sería demasiado para ellos. También esperar hasta agosto para volver a La Visera. Ahora, habrá que ver hacia donde deciden apuntar sus dardos (cuerpo técnico, jugadores, dirigentes) si es que la pesadilla se materializa.

Porque en el “torneo de instituciones”, Cipolletti está muy por encima de los demás clubes de la zona. Tiene infraestructura, previsibilidad, trabajo estructurado, sueldos al día, elementos de trabajo, paga alquileres y les da las mejores condiciones a sus jugadores. Pero en la cancha, ahí donde se defienden las pasiones y también las gestiones, está en un gran “debe”. Al menos en los resultados. Porque hace algunos años, clasificar era un trámite y hoy se espera un milagro. Y las responsabilidades, en general, son compartidas.

¿Será un fracaso no pasar? Siempre tendrá que ver con la vara que lo mida.

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